lunes, 25 de abril de 2016

Mandala es a la que cago a pedos y la que me caga a pedos también.
Mandala es la que se manda, la que no escucha, la que no sólo se tropieza mil veces con la misma piedra sino también la abraza y la quiere guardar de recuerdo.
Mandala muchas veces ve todo de colores y otras tantas blanco y negro.
Mandala es viva y se da cuenta de las cosas, a veces más de lo que debería. Mas bien maquina, vive maquinando (y casi siempre le atina).
Mandala es la que sabe lo que es bueno para mí, lo que realmente quiero. Pero es la que no me frena cuando estoy haciendo lo contrario, cuando hago las cosas mal.
Mandala puede ser mi amiga, mi mayor consuelo; pero me enoja (y mucho) porque con ella no me puedo hacer la boluda.
Mandala es exigente, es perfeccionista, De hecho, cree ser perfecta.
Mandala me avisa pero no me abre los ojos.
Mandala encaja a la perfección para echarle la culpa de todos mis males y cagadas.
Se suponía que Mandala y yo habíamos comenzado una nueva era. De hecho, se suponía que Mandala había quedado atrás.
Pero Mandala y yo colapsamos.
Mandala y yo estamos confundidas.
Mandala y yo nos perdimos (aún así nos seguimos mandando cagadas).
Mandala es mi excusa, una excusa a mí misma.
Mandala es la que quiero y no quiero ser.
Pero... Mandala soy yo.
Ay, Mandala...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario